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El romance eterno de Garbage y México
Señalar con claridad el momento exacto en el que Garbage entró a mi vida siempre me conduce a los años de adolescencia en los que, por más que buscaba mi lugar en este mundo, me encontraba perdido, sin rumbo, sintiéndome raro en medio de la multitud que se preguntaba qué rayos pasaba conmigo. Sí, yo era el chico que se sentaba al fondo del salón de clase y que rara vez salía de parranda con el resto, el tipo de los gustos “raros” que veía a “Daria” y “Beavis & Butthead” pasada la media noche y que, por consiguiente, se desvelaba viendo vídeos de bandas oscuras, de esas que solo ponían en MTV en las madrugadas. Fue así, en una desvelada de rutina, que se apareció Garbage en mi vida, y de inmediato surgió el encanto y enamoramiento que hasta hoy prevalece.
La mañana del pasado domingo 15 de marzo fue una mañana llena de flashbacks. Caminaba sobre Rio Churubusco y, al mismo tiempo que contemplaba las calles de esta ciudad, venían a mi mente imágenes de mi vida musicalizadas por Garbage, incluidas las caras de extrañeza que mis amistades ponían cuando me preguntaban a quién estaba escuchando en mis discman durante los años de secundaria. Conforme iba acercándome al recinto, poco a poco se comenzaban a aparecer personas totalmente vestidas de negro, algunas mujeres hasta con labiales morados y gruesas líneas negras de delineador. Y es que esa tarde de domingo no era una tarde cualquiera, era la tarde en la que dos amantes de años se volvían a reencontrar: el público mexicano y Garbage.
Las ansias de encontrar un lugar cercano al escenario hicieron que más de un fan de Garbage tuviera que soportar la presentación de Ximena Sariñana, por lo que, para sorpresa de la misma Sariñana, se encontró con rostros pálidos con maquillajes oscuros en primera fila, en vez de las ya características niñas cursis que acostumbran acudir a los conciertos de Ximena. Luego de dos horas de espera, llegó el momento esperado, Shirley Manson, la santa patrona de todos estos entes oscuros y torturados, hizo acto de presencia en el escenario y fue entonces que me di cuenta de algunas cosas.
Una tras otra, cada canción era coreada por cada uno de los asistentes, logrando conmover a la misma Shirley. Mientras todo eso sucedía, me di cuenta de algo: Garbage es una pieza que me conecta con otras personas que, al igual que yo, se mostraban como sujetos solitarios, con pensamientos oscuros y con gran fascinación por la melancolía pero, sobre todo, me pude percatar de ese gran amor que México le profesa a esta banda que canta acerca de su inequívoco amor por los días lluviosos, un enorme amor secreto que se pone en manifiesto cada vez que Garbage pisa nuestro suelo y se encuentra cara a cara con esa legión de seguidores que posee.
Una vez acabada la presentación de Garbage, la multitud de seguidores se desvaneció y se fue perdiendo poco a poco entre los ríos de gente que se movía entre los escenarios del Vive Latino, sin embargo se podía sentir el romanticismo en el ambiente del lugar; La gente aún seguía embriagada por la magia del reencuentro y Shirley y compañía abandonaron el escenario con una enorme sonrisa en sus rostros al tiempo que afirmaban que pronto, muy pronto, estarían de vuelta. Y con esa firme promesa de regresar a esta tierra en la que siempre se les ha acogido con enorme afecto, fue con la que muchos de nosotros nos fuimos alegres: la promesa de reencontrarnos nuevamente en un futuro no muy lejano con ese cuarteto que nos ha acompañado por 20 años, que ha musicalizado momentos importantes de nuestra vida y que sigue siendo parte fundamental de nuestro álbum de recuerdos sonoros. México ama a Garbage y, a su vez, Garbage ama a México, y ese domingo no hubo más que la renovación de votos de dos amantes incondicionales.
Por Frank Ramírez